BrabenderReproducción del artículo sobre la figura de Wayne Brabender de María Jesús Luengo publicado en el diario ‘As’ el pasado jueves 20 de mayo.

 

 Un grupo de chavales, de no más de ocho años, le espera en fila y le saluda chocando el puño. Es su héroe, aunque hayan tenido que ser sus padres quienes les explicaran que ese profesor de baloncesto es toda una leyenda, Wayne Brabender. A sus 64 años sigue en activo, ligado al baloncesto. Lleva 11 años dando clases en el colegio Europeo Aristos de Getafe y alternando la enseñanza con los partidos de los veteranos del Madrid y de la Selección. «Es un gusto ver a tus compañeros, recordar, comer otra vez juntos. Echar unos minutillos, pero eso sí, yo miro por dónde piso, por si acaso».

 

 

Cientos de niños de 6 a 16 años escuchan sus fundamentos. «Cuando los más pequeños empiezan el curso en septiembre no llegan ni a la canasta de minibasket y en navidades ya encestan. Es toda una satisfacción para mí».

 

Wayne Brabender aterrizó en Madrid en 1967. El mítico Pedro Ferrándiz había ido a buscarle hasta su Minnesota natal. «Tengo que agradecer a Pedro que se lanzara a esa aventura. Llegó allí, al apartamento que compartía con otros compañeros de la Universidad de Morris, y preguntó por mí. No había traductor, así que no sé cómo nos entendimos. Cuando llegó mi entrenador y me contó que querían ficharme aquello se convirtió en todo un acontecimiento. Pedro me dijo que el Madrid había sido campeón de Europa y yo dije: ‘ahí voy yo'».

 

Eran finales de los años 60, dos tercios de los hogares españoles tenían televisor y un cuarto tenía coche, comenzaba el aperturismo. Esa era la España que se encontró este americano. «Desde que aterricé me gustó todo, la gente, el clima. Fui a una academia de español, me costaba, pero yo era lanzado. Escuchaba a mis compañeros y cuando ya había entendido algo y me lanzaba a hablar, habían cambiado de tema. Pero todos me ayudaron. Al principio, me chocaba la comida. Tres platos por la mañana y tres platos por la noche y todo buenísimo. Así que por un tiempo estuve jugando por encima de mi peso», recuerda.

 

Wayne encontró rápido su sitio. «Yo quería probar un año en Europa y luego volver a Estados Unidos. Ya ve, llevo aquí 43 años. Soy español. Cuando me planteé la nacionalización, sabía que no iba a volver. Me la dieron en poco más de un año, rápido ¿no? Me dijeron que fue por méritos deportivos. En mi primer año gané la Copa de Europa».

 

Del Madrid a la Selección. «He jugado 14 años con la Selección y para mí ha sido todo un orgullo. Jugaba con la máxima ilusión, fui a Europeos, Mundiales y Juegos defendiendo esa camiseta. La gente no pensaba que yo era un extranjero, al principio estaban pendientes de mis movimientos, luego me aceptaron enseguida».

 

Wayne está orgulloso de la evolución del baloncesto español. «Fernando Martín fue uno de los que rompió moldes y ahora tenemos a Pau que ha ganado un anillo. Y deben seguir saliendo como LLull y Ricky».

 

María Jesus Luengo

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