Walter Szczerbiak (Hamburgo, 1949) jugó siete temporadas en el Real Madrid (1973-80) que le sirvieron para dejar una huella imborrable en la historia del club blanco y en el baloncesto español gracias a una enorme voracidad anotadora. Desde Nueva York, el legendario alero rememora tanto su llegada a Madrid y el fuerte vínculo establecido con nuestro país a través de la amistad forjada con sus ex compañeros de equipo como la intrahistoria tras firmar el récord anotador individual en un partido de liga, 65 puntos, una marca que aún ostenta a día de hoy. Además, el norteamericano nos ofrece su opinión sobre el juego del Real Madrid, el estado actual de la NBA y la Euroliga o el debate abierto sobre la asistencia de jugadores NBA a los torneos FIBA.

Aterrizaste en España en 1973. ¿Cómo se gestó tu llegada a Madrid?

Es una buena historia. En junio de 1973, el periodista Víctor de la Serna estuvo en New York cubriendo algo (creo recordar que el Watergate) para el periódico ‘Informaciones’ y mantenía una buena amistad con Lou Carnesecca. Le preguntó si conocía algún buen jugador para la posición de “tres”, un alero que tirara y reboteara bien y que pudiera estar interesado en fichar con el Real Madrid. Por aquel entonces, para mantenerme en forma, yo jugaba diariamente partidillos con muy buenos jugadores, tanto profesionales como universitarios, en la Universidad de St. John’s y causé bastante impacto en aquellos “workouts”. Me encontraba en un gran momento después de haber sido campeón de la Eastern League (antecesora de la CBA) en el equipo de Wilkes Barre y compitiendo habitualmente contra grandes como Julius Erving, Rick Barry, Mike Riordan, Billy Paultz o John Schumate, entre otros. Un mes antes, después de haber realizado una prueba de agentes libres con los Buffalo Braves de la NBA, tenía sobre la mesa una oferta de un contrato garantizado por un año, pero yo quería dos, y mi agente, Bill Madden, que representaba también Bob McAdoo, estrella de Buffalo, trataba de conseguirlo.

El caso es que Lou me había visto muchas veces y pensó que podría ser el jugador que Víctor buscaba. Me invitó a su oficina para conocerle y me propusieron la idea de viajar a Madrid por un período de una semana para entrenar con el equipo y jugar un partido amistoso contra la Universidad de Indiana, dirigida por el mítico Bobby Knight. Yo no sabía nada de España a excepción de lo que había estudiado en mis cursos de geografía en el colegio y, sinceramente, tenía mis esperanzas puestas en la oferta de Buffalo, pero al final decidí aceptar la oferta porque también me atraía mucho la idea de conocer España y su capital, Madrid.

Entrené con el equipo durante cinco o seis días; me encantaba su estilo de juego y los jugadores me ayudaron a sentirme muy cómodo. Jugamos el partido contra Indiana un sábado y me salió un partido redondo. Metí más de 30 puntos a pesar de salir desde el banquillo, cogí muchos rebotes y ganamos el partido con relativa facilidad. El público se volcó con mi juego y la prensa me elogió al día siguiente. En la cena después del partido, Pedro Ferrándiz me propuso un contrato garantizado por cinco años con números similares a la oferta de los Braves. Tenía dos semanas como fecha límite para tomar la decisión. Ferrándiz y Raimundo Saporta gestionaron el fichaje con Víctor de la Serna como intérprete, negociando con mi agente europeo, Richard Kaner, quien era socio de Bill Madden. Así fue como llegué al Real Madrid.

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¿Qué tipo de ambiente había entonces en el vestuario del Real Madrid? ¿Con quién conectaste mejor?

En general, me llevé muy bien con todos mis compañeros pero, por lógica, los que me ayudaron más de inicio fueron Wayne Brabender y Clifford Luyk, porque hablaban inglés y me abrieron las puertas de sus casas. Luego, según fui aprendiendo español, me podía comunicar mejor con los demás y poco a poco se convirtieron en una familia para mí. En el vestuario siempre había un gran ambiente, lleno de chistes y bromas. Recuerdo que íbamos mucho al Club de Tenis para tomar cervezas y pinchos después de los entrenamientos. En los viajes también hacíamos muchas cosas juntos. Tuve una relación especial con Carmelo Cabrera porque fuimos compañeros de habitación. Me enseñó muchas cosas de España y del idioma, y yo, por mi parte, le introduje al mundo de la música pop y rock además de practicar inglés con él. No obstante, quizá la persona con quien más me relacionaba era Wayne Brabender. Mi mujer y yo fuimos mucho a su chalet para pasar ratos con su familia, comer y ver la tele en su grandísima televisión en color. Luyk y Emilliano también organizaban cenas, comidas, tertulias y encuentros sociales muy divertidos.

En febrero de 1976 firmas 65 puntos ante el Breogán y estableces el récord de anotación en un partido de liga. ¿Qué sucedió aquella mañana?

Fue un domingo de febrero en el pabellón de la Ciudad Deportiva del Real Madrid. El partido, contra el Breogán de Lugo, se celebró al mediodía. Hice mi rutina de siempre: desayuno muy ligero y llegada al pabellón una hora antes del partido. Recuerdo que hacía fresco en el campo pero en el vestuario se estaba bien. Hice mi preparación habitual, quería jugar bien y ganar el partido por la máxima diferencia posible porque la liga podía decidirse por el ‘basket average’.

En cuanto a si tenía alguna motivación especial aquel día, el caso es que la última vez que habíamos jugado por la mañana, dos semanas antes, el ‘As’ me había calificado con una raya (o 0 ases) en un partido contra el Águilas de Bilbao. Yo pensé que había jugado correctamente, compitiendo al máximo nivel, pero al periodista que cubrió el partido le pareció que no me esforcé y me acusó de “no madrugar los domingos por la mañana”. Ganamos por muchos puntos y Lolo no me sacó en la segunda mitad porque los jugadores que me sustituyeron lo hicieron muy bien. Aquella crítica del periodista me molestó bastante.

En el partido contra Breogán, nuestra defensa y contraataque funcionaron a mil maravillas y aproveché las buenas asistencias de nuestros bases y otros compañeros para meter 25 de 27 del campo y 15 de 17 tiros libres. Durante los primeros tres cuartos del partido no me pareció tan especial porque era bastante perfeccionista y siempre buscaba jugar el partido perfecto. Ya había metido varias veces más de 50 puntos en otros partidos de liga gracias a mis compañeros y a nuestro estilo de juego. Mi ventaja como jugador era que podía correr todo el día y teníamos pívots que reboteaban muy bien y bases que movían el balón adelante en el contraataque de forma excepcional. Estos factores facilitaron muchos tiros cómodos como bandejas y tiros de media distancia contra el tablero. Cuando ya llevaba 50 puntos, Clifford Luyk animó a los bases a buscarme aún más porque estaba “on fire”. Así llegué hasta los 65. No supe cuántos había metido hasta que llegué al vestuario, ni que era un record y tampoco le di una importancia excepcional. Me alegró el resultado y disfruté del resto del día con mi familia y algunos de mis compañeros. Al día siguiente, me sorprendió mucho la reacción de los medios de comunicación, que no solían prestar atención al baloncesto, por la importancia que le daban al récord. Tuve que hacer muchas entrevistas para multitud de periódicos y revistas, que publicaron fotos mías en color con el uniforme del equipo y en mi casa con mi mujer. Fue divertido. Recuerdo que mandé los artículos a mi familia y amigos en Estados Unidos.

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¿Qué valoración haces de la Liga ACB actual? ¿Y de la Euroliga?

La Liga ACB es la segunda liga nacional más fuerte del mundo. En los últimos años la NBA se ha podido aprovechar de muchos jugadores ACB porque llegan a la liga muy preparados para competir a un alto nivel. Desde que los europeos dejaron de contar como extranjeros en la ACB el nivel subió enormemente porque los directivos españoles empezaron a disponer de un mercado mucho más amplio para la selección de jugadores. Más de 20 jugadores que participaron en el último mundial juegan en la Liga Endesa. El nivel físico y atlético de los jugadores es elevado, algo que fuerza a los buenos jugadores a buscar soluciones diversas para poder ser más competitivos y ganar. El nivel de los entrenadores también es muy alto, tienen muy buenos conceptos en ataque y defensa. Saben llevar bien los partidos y no es extraño que un equipo le dé un disgusto a un equipo supuestamente más fuerte en una jornada cualquiera. El nivel de la Liga ACB queda reflejado en los éxitos que sus equipos consiguen en competiciones europeas.

La Euroliga, naturalmente, es la liga más fuerte después de la NBA. Está compuesta por los mejores de cada país en el que el baloncesto es un deporte importante, y exhibe un tremendo nivel físico y técnico, con la presencia de los entrenadores más prestigiosos del continente. Su nivel queda patente cuando juegan partidos amistosos contra los equipos de la NBA, especialmente en Europa. El hecho que pueden ganarles demuestra son muy competitivos. La Euroliga ofrece un gran producto.

El debate sobre la conveniencia de que jugadores NBA asistan a los torneos FIBA ha resurgido este verano. ¿Qué opinas al respecto?

En primer lugar, creo que los jugadores NBA deben tener derecho a competir en los torneos FIBA si lo desean, no pienso que deba ser diferente a lo que sucede en cualquier otro país del mundo. Quiero ver a los mejores jugadores en estos torneos, si no, ¿por qué celebrarlos? Claro, soy consciente de que el temor a las lesiones por parte de los equipos NBA es preocupante, pero también lo es para los clubes europeos, chinos, etc. FIBA debería adquirir alguna póliza de seguros que reembolse a los clubes, tanto NBA como a cualquier otro, cuando un jugador se lesione. Esta póliza debe asegurar los contratos de los jugadores y pagar a los clubes por los daños que estas lesiones les causen. Es increíble que jugadores profesionales con contratos con clubes, que no reciben ningún beneficio económico, jueguen gratis unos torneos organizados por una entidad que no corre ningún riesgo económico. Es la gran queja de Mark Cuban, dueño de los Dallas Mavericks, y creo que no le falta razón.

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¿Pensaste en algún momento que España llegaría a ser la potencia mundial que es hoy en día? ¿Es en parte fruto del legado que dejásteis jugadores como Corbalán, Brabender, Emiliano, Luyk o tú?

Cuando vi el nivel de competitividad que había en la ACB en la década de los 90 y los primeros 2000, intuí que España iba a poder competir contra cualquier país del mundo. Cada vez que venía veía jugadores más dotados física y atléticamente. Se percibía un nivel defensivo que forzaba a los jugadores a buscar soluciones creativas en ataque. Por aquel entonces, el juego en equipo era mucho más constante en España que en la NBA, donde un jugador o dos dominaban el juego con jugadas mediante aclarados. El juego en España requería más creatividad que la NBA porque tampoco había defensas ilegales. Los árbitros de la NBA protegían a muchas de las estrellas y les premiaban con tiros libres cuando había mínimo contacto. Esto les perjudicó en los torneos FIBA durante los primeros cinco o seis años de la década de los 2000. Los árbitros FIBA permitían mucho más contactos y respetaban más la regla de la verticalidad defensiva.

Creo que todos hemos contribuido de alguna manera a la historia del baloncesto español. Jugamos con un nivel de espectacularidad suficiente para inspirar a muchos jóvenes a jugar al baloncesto. Estos jóvenes han inspirado a la próxima generación y así sucesivamente. Cada generación ha sabido coger lo bueno de la generación anterior y añadir cosas de su propia cosecha. Las ligas cada vez han sido más duras y los jugadores han evolucionado. Me parece importante que hayamos contribuido a convertir el baloncesto en el segundo deporte más importante de España, algo que se mantiene desde hace cuatro décadas y sigue inspirando a muchos para iniciarse en nuestro deporte. El legado de jugadores como Clifford, Rafa, Wayne, Juanito o Carmelo está aún vigente como para enseñar sus conocimientos a jugadores jóvenes en campus o directamente a jugadores profesionales.

¿Dónde resides actualmente? ¿Mantienes contacto con tus ex compañeros? ¿Te veremos próximamente en Madrid?

Resido en Cold Spring Harbor, en New York, un pequeño pueblo a una hora de distancia en coche de la isla de Manhattan. Mantengo contacto por Skype con Carmelo Cabrera frecuentemente y sigo las actividades de nuestra asociación de veteranos. Hablo con Clifford y Wayne durante las fiestas, y José Luis Llorente estuvo en mi casa el año pasado. Veo mucho los videos que tengo de mi época en Madrid cuando hago abdominales en mi ático y me producen mucha nostalgia. Me gustaría poder pasar más tiempo con mis compañeros de la Asociación de Jugadores de Baloncesto del Real Madrid pero la distancia nos separa. Estoy pensando en acudir a la Copa del Rey en Gran Canaria y, quizá, si el Madrid se clasifica, a la Final Four de la Euroliga en mayo.

¿A qué te dedicas actualmente?

Me dedico a ser abuelo, marido y padre. Disfruto de la vida sin grandes responsabilidades, leyendo libros, artículos en internet y periódicos. Veo mis programas favoritos y baloncesto por la tele, y me gusta ir al gimnasio para tonificar algo la musculatura, pasear por el barrio con mi mujer o montar en bicicleta. Sigo algo más la política que antes. Mi hijo Wally tiene cuatro hijos y vive muy cerca, así que le ayudamos a cuidar de nuestros nietos, especialmente la más joven, que tiene 18 meses, aunque también le echo una mano entrenando a sus hijas de 8 y 11 años. Además, mi otro hijo, Will, tiene una niña de 9 meses y también les ayudamos a cuidar a ella. Mi hija Wendy vive con nosotros a pesar de trabajar en Manhattan. La verdad es que con todo esto me mantengo bastante ocupado.

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