Nunca me gustó demasiado viajar a los países de la antigua Yugoslavia. Madrugones para coger el primer avión en Madrid, frio, nieve, malos hoteles, pabellones caducos y ambientes poco amigables. Con Belgrado me reconcilié en mayo del 2018 con motivo del viaje que realizamos mi mujer y yo a esta ciudad para seguir en vivo y en directo la Final Four. La ciudad, oscura y fría en invierno, se torna más cálida, alegre y luminosa en primavera. Aunque fue el título de la Euroliga que brillantemente ganaron los nuestros, lo que provocó que a partir de entonces Belgrado, sin pasar a ser una de mis ciudades favoritas, desapareciera de la lista de los lugares a los que nunca volvería por voluntad propia.

Salimos para Belgrado el 1 de mayo por la tarde. Las caras en la expedición no eran las de otros viajes de la fase regular. La preocupación por el 2-0 en contra que arrastrábamos, y que nos obligaba a ganar los dos partidos en Belgrado para poder devolver la serie a Madrid, era una más en el desplazamiento. El vuelo fue tranquilo aunque salimos con algo de retraso por una tormenta que teníamos encima.

A nuestra llegada, jugadores y técnicos fueron recogidos, a pie de avión, por el autobús que los trasladaría directamente al hotel. El dispositivo policial ha sido, durante toda nuestra estancia, muy numeroso y bien dotado, circunstancia siempre de agradecer por aquellos que pensamos que un cobarde vale para dos guerras.

La noche de nuestra llegada coincidí en la puerta del hotel con nuestro ex compañero Zoran Savic, Director General del Partizan. Muy atento como siempre, mantuvimos una larga conversación, a la que, una vez en recepción, se unieron Jose Beiran y Joe Arlauckas, los otros dos ex que se apuntaron a la excursión. Zoran comentó que si hubieran tenido posibilidad de vender 50.000 entradas para los partidos, se hubieran agotado en pocas horas. La expectación era máxima.

BELGRADOtoninEl ambiente para el tercer partido de la serie, el primero en el Stark Arena, fue el esperado. Algo más hostil que el de un partido de fase regular, que ya es mucho decir para lo que se estila por aquí, pero nada que nos sorprendiera. 20.000 enfervorizados aficionados del Partizan gritando como posesos, que se trastornaron aún más cuando a los pocos minutos se vieron 15 puntos por delante. Se mascaba la tragedia, pero agarrados al poderío de Tavares, la maestría del Chacho, y la determinación de Rudy y William Goss, en especial del segundo, le dimos una patada a la tapa del ataúd en el que estábamos metidos desde el segundo partido de Madrid, y salimos por nuestro propio del pabellón con la esperanza de empatar la serie 2 días después.

La jornada de descanso entre el tercer y cuarto partido vino marcada por la matanza en un colegio del centro Belgrado, a manos de uno de sus alumnos de 13 años. Según nos comentó el jueves a las puertas de vestuarios J.M. Izquierdo, ayudante de Obradovic y al igual que su jefe Savic muy amable con nosotros incluso después de sus dos derrotas, el joven causante del desastre había sufrido bulling por parte de sus compañeros. Durante un mes estuvo preparando su macabra venganza, ejecutada con dos armas de su padre, un prestigioso médico junto con el que solía adiestrarse en el uso de las mismas. Un guardia de seguridad y 8 de sus compañeros fallecidos, con su profesora de historia, que con un suspenso haba empañado sus brillantes evaluaciones, en la lista de los heridos. Espeluznante.

El Real Madrid participó en el emocionante homenaje a las víctimas organizado por el Partizán en los prolegómenos del partido del jueves. Nuestros jugadores, al igual que los rivales. se pusieron una camiseta con el nombre del colegio que sufrió el ataque, mientras Nigel William Goss, ex jugador local, leyó en breve comunicado de apoyo a los fallecidos y sus familias.

El partido comenzó con ventajas superiores a los 10 puntos para los nuestros, lo cual supuso una novedad en la serie en la que habíamos comenzado siempre los partidos a remolque. Hanga arrastró a sus compañeros en los primeros minutos, Tavares, imperial, nos sostuvo en la segunda parte, y en los momentos de mayor confusión del equipo en ataque, en especial en el tercer cuarto en que sufrimos unos minutos de indigestión ofensiva, el Chacho, como dos días antes, dio otra lección de leer lo que estaba sucediendo y llevar siempre el balón donde tenía que estar. La lesión de Gabi Deck, que parece de importancia, restó euforia a los momentos posteriores al partido, la preocupación en todos era palpable.

En el vuelo de vuelta caras cansadas y alegría contenida. Todos sabemos que queda lo más difícil siempre, culminar la remontada.

Tonín Llorente se formó en las categorías inferiores del Real Madrid, al igual que su hermano José Luis ‘Joe’. Jugó 16 temporadas en la ACB y en la temporada 2001-2002 jugó en el primer equipo blanco.

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