En la temporada 1988-89, Johnny Rogers (Fullerton, California, 1963) militó en las filas de un Real Madrid cuajado de estrellas como Drazen Petrovic o Fernando Martín y demostró ser un jugador con una gran calidad técnica para un ala-pívot alto, móvil y fuerte que además tenía un carácter equilibrado y era buen compañero. Sacramento Kings, Cleveland Cavaliers, Real Madrid, Philips Milan, Panathinaikos, Olympiacos… la lista de equipos en los que jugó Rogers a lo largo de una longeva carrera profesional en la que conquistó dos Euroligas es muy larga. Al retirarse después de dos décadas en activo, Rogers, que posee la nacionalidad española tras haber contraído matrimonio con una valenciana y que vistió la camiseta de la Selección Española en 16 ocasiones, empezó una nueva etapa combinando la faceta de entrenador con los despachos en la dirección deportiva en Valencia. Más tarde, ejerció como ojeador NBA para ascender a puestos de mayor responsabilidad en franquicias como los Okhaloma City Thunder o los Washington Wizards, donde actualmente ocupa el puesto de vicepresidente de ‘Pro Personnel’. Hablamos con el californiano para que nos cuente cómo ha sido el camino que le ha llevado hasta la franquicia de la capital de EEUU, en qué consiste su posición actual y más.
¿La idea de dedicarte profesionalmente a formar parte de la estructura de un club estaba ya en tu cabeza en el tramo final de tu carrera como jugador?
No exactamente. Trabajar en la dirección deportiva de distintos clubes fue algo que sucedió sin que lo hubiera planeado con antelación como alternativa para seguir ligado al baloncesto, porque entrenar era la opción que más me gustaba. Ahora, muchos años después, valoro mucho el hecho de que mi trabajo actual ofrece más estabilidad. Es cierto que algunos entrenadores permanecen en determinados sitios durante mucho tiempo pero no es la norma, mientras que trabajar en el ‘Front Office’ sí ofrece algo más de estabilidad en cuanto a dónde vives, poder estar con tu familia, etc. Como jugador, di muchas vueltas y ahora agradezco estas cosas, aunque, si soy sincero, reconozco que disfrutaba más en la pista. Entrené durante un período corto en Valencia como ayudante de Chechu Mulero en la temporada 2004-05 y lo disfruté mucho. El caso es que pocos meses después me ofrecieron el puesto de director deportivo y no podía decir que no a una propuesta así. Durante varios años combiné ese cargo realizando mi campus de tiro en verano o entrenando en L’Eliana, un club local que no tenía presencia en competiciones superiores, con niños y niñas desde los seis años. Disfruté porque veía que lo que hacía tenía un impacto inmediato. Cuando trabajas como ojeador ves mucho baloncesto y escribes mucho haciendo informes, pero no tienes un contacto directo con los jugadores en el momento. Esa parte sí la echo de menos. Con los Washington Wizards tengo la oportunidad de hablar con los jugadores para ofrecer consejo y motivarles, también con los de nuestro equipo de la G-League. Pero no es lo mismo que entrenar, desde luego.
¿Cómo gestionaste ese momento crítico para un deportista que es la retirada en activo?
Esa es una gran pregunta para mí, porque sufrí bastante en ese momento para salir adelante. Tenía casi 41 años cuando me retiré, pero físicamente me sentía genial. El problema era la edad, estaba claro que tenía que parar, había jugado suficiente. Y es el tiempo ha demostrado que probablemente era el momento perfecto para hacer el cambio. Sin embargo, disfrutaba tanto jugando y, además, no tenía lesiones. Me encantaba el día a día, la rutina de ir a entrenar, me divertía en los entrenamientos, en el vestuario, con los jugadores… todo en general. Cuando aquella temporada terminó recibí una oferta bastante decente para un par años más pero lo pensé mucho y decidí no aceptarla. Eso sí, después, cada vez que podía entrar en una pista a jugar, lo hacía, con los veteranos del Real Madrid o los del Valencia Basket. Si tenía tenía una oportunidad, la aprovechaba. Fue así hasta que pasaron unos seis o siete años después de haber dejado el baloncesto profesional. Pero sí, fue duro para mí asumir que ya no podía seguir haciendo lo que había hecho toda mi vida, fue un momento difícil.
¿Cómo enfocas tu vida entonces?
Justo después de dejar el baloncesto, Valencia Basket me propuso ayudar al director deportivo, Manolo Real, ser entrenador ayudante o trabajar individualmente con los jugadores en su desarrollo y ver cómo avanzaban las cosas. Recibí la oferta con mucha ilusión y la acepté, haciendo distintos roles. Teníamos jugadores como Tomasevic, Oberto, Kammerichs o Rigodeau, así que entrenaba con ellos y les servía de sparring, algo que me divertía mucho. Sin embargo, esa temporada, cuando Chechu Mulero asciende al puesto de primer entrenador, me pide que sea su asistente. Acepté y me encantó aunque sólo fueron dos o tres meses. Al terminar el año, me ofrecieron el puesto de director deportivo y permanecí en él tres o cuatro años que me parecieron 10. Después firmé como scout en Europa para los Oklahoma City Thunder, el primer año como consultor y el segundo ya como ojeador internacional a tiempo completo. Esta etapa duró siete años y de allí me fui a Los Angeles Clippers como director de ‘Player Personnel’. Estuve allí tres años y mi siguiente destino fueron los Washington Wizards como vicepresidente de ‘Pro Player Personnel’. En la temporada 2022-23 he terminado mi cuarta temporada con ellos.
¿En qué consiste tu trabajo actual con los Washington Wizards?
En primer lugar, debo decir que me considero muy afortunado porque me gusta mucho la gente para la que trabajo y con la que trabajo. Me encanta lo que hago. Soy responsable de nuestros ojeadores y creo que tenemos un gran equipo: tres personas en Europa, un consultor en Australia, cuatro NBA scouts y un director de ‘Player Personnel’, que es el ex jugador de la NBA Antawn Jamison. También formo parte de la toma de decisiones en cuanto a nuestra plantilla, traspasos o cualquier asunto relacionado con el equipo. Disfruto trabajando para Tommy Sheppard, nuestro General Manager, Brent Greenberg y Frank Ross, es un equipo magnífico. Cada día es diferente. Por supuesto paso mucho tiempo haciendo llamadas y durante la temporada viajo mucho a ver partidos de todo tipo, tanto profesionales como de la NCAA. También estoy implicado en el proceso de selección de jugadores en el Draft analizando a los jugadores elegibles y también a los agentes libres. Es un trabajo genial, la verdad, pero es un trabajo que demanda dedicación, no hay vacaciones como tales ni tienes un horario de oficina. En realidad trabajas casi todos los días y no hay horas definidas, que para mí es bueno. Ves mucho baloncesto y estás alrededor de gente de este mundo, que es algo que a mí me gusta mucho.
Has mencionado la palabra “dedicación”…
Sí, porque es un trabajo muy exigente, esa es la verdad. Pasas mucho tiempo en la carretera y lejos de tu familia. El estrés está ahí, no tanto como un entrenador, pero esta última temporada, por ejemplo, ha sido muy estresante y frustrante para mí personalmente. Existe un componente de presión porque tienes que hacer un trabajo constante. Cuando era ‘scout’ eran informes y análisis continuos… Según asciendes trabajas al mismo ritmo, todo el mundo sabe que en este tipo de trabajo no hay descanso. A veces me preguntan “¿Y cuándo termina la temporada?”. Cuando termina la temporada es peor, estás más ocupado y suceden muchas cosas. El baloncesto no para nunca. Hay que prepararse para la temporada de agentes libres, Summer Leagues, torneos internacionales… y todo esto mientras se prepara la plantilla para la temporada que empieza. Estos dos últimos años han sido particularmente difíciles porque no he tenido nada de tiempo libre en ningún momento. No sé, quizá agosto sea el mes más suave, nos reunimos con los jugadores semanalmente y visitamos a otros. Poco a poco van llegando y, a partir de ‘Labour Day’, ya en septiembre, todos los jugadores están aquí entrenando en nuestras instalaciones. En ese momento, la temporada comienza, aunque sea de manera no oficial.
Teniendo en cuenta que tu larga experiencia como jugador y directivo en tantos países te ha permitido desarrollar una perspectiva global del baloncesto, ¿cómo valoras que la consolidación de los jugadores internacionales en la NBA?
La apuesta ya no es sólo por los jugadores internacionales. Cada vez ves más técnicos, o incluso preparadores físicos. El director de todo nuestro área médica y de la preparación física es un español, Dani Medina, que trabajó con la plantilla de fútbol del FC Barcelona. Nuestro equipo tiene muchos jugadores internacionales, uno de los que más. A veces se burlan de nosotros porque dicen que lo hacemos a propósito pero la realidad es que muchas veces tendemos a fichar jugadores internacionales porque tienen un perfil de jugador de equipo, poco egoístas, con un ‘Basketball IQ’ alto y una técnica muy trabajada. De cualquier modo, creo que es conveniente señalar que si viajas atrás a los 80 o los 90, la distancia entre el baloncesto NBA y el europeo se percibía como algo más grande de lo que de verdad era. Como si la NBA fuera intocable. Era un momento en el que al resto del mundo siempre le llegaban las mejores jugadas, las más espectaculares, pero eso no es así siempre. En Europa hay partidos en los que cada posesión cuenta durante los 40 minutos que dura el partido. No es lo mismo perder de 7 que de 17 por el ‘basket average’ u otros sistemas de clasificación. Existe una gran presión para todos: los equipos que no quieren descender, los que quieren clasificarse para los playoff o los que luchan por el título. Así que no creo que existiera tanta diferencia. Mira el éxito que tuvo Drazen Petrovic o Arvydas Sabonis. Por supuesto que tuvieron que trabajar para disponer de una oportunidad pero cuando la tuvieron se convirtieron en dos grandes jugadores en la liga. Ahora vemos a Luka Doncic dominando y cuatro de los cinco candidatos a MVP son jugadores internacionales. La distancia existe y se está estrechando cada vez más, pero creo que nunca fue tan grande como se pensaba.
Eres un miembro activo de la Asociación de Jugadores de Baloncesto del Real Madrid. Con tu experiencia en los despachos de tantos equipos, ¿qué valor crees que tiene una entidad de este tipo para un club?
Una asociación de jugadores veteranos como esta es un activo que tiene muchísimo valor. Lo he podido ver jugando partidos en los que se inauguraba un pabellón o se participaba por una causa solidaria. También por todos los actos a los que se asiste: celebraciones, homenajes, aniversarios… Creo que sirve para establecer relaciones y consolidar vínculos mientras se conserva y difunde un gran legado. El Real Madrid es un grande de siempre, por eso es importante para los aficionados ver a las que fueron sus figuras. Además, para los ex jugadores también es gratificante verse reconocidos. Jugadores que dieron mucho por el Real Madrid, que pasaron por tantos entrenamientos, viajes, partidos, lesiones… y ahora reciben un reconocimiento. Creo que es una situación beneficiosa para todas las partes. Me he divertido mucho cuando he jugado con los veteranos, recuerdo jugar contra el FC Barcelona en un partido que se televisó por Teledeporte. No puedes imaginarte la cantidad de personas que me han hablado de ese partido, cuántos lo vieron y lo disfrutaron. Terminó en un empate, lo que creo que fue perfecto, porque además nadie se lesionó y fue un gran espectáculo. Desde luego, creo que tener una asociación como esta dentro del club, y que te represente de esta manera, sólo tiene ventajas. Son embajadores de la marca Real Madrid y trasladan un mensaje con valores muy positivos a través de las acciones de su asociación, que tiene un gran equipo trabajando.