En esta sección, un exjugador del Real Madrid contará su experiencia acompañando al primer equipo en alguna de sus citas de la temporada. La posibilidad de realizar estos desplazamientos para apoyar al primer equipo de baloncesto es un gesto de cortesía que la dirección de baloncesto del club blanco, dirigida por Juan Carlos Sánchez, ha extendido desde hace varias temporadas a la Asociación de Jugadores de Baloncesto del Real Madrid. A continuación, reproducimos un texto escrito por Juan Antonio Corbalán, el histórico director de juego del equipo blanco.

Abrumados por la historia. Bolonia

Esta semana tuve la fortuna de acompañar a nuestro primer equipo de baloncesto a su compromiso de la Euroliga, en tierras italianas. Como si de un “In-yeon” (palabra coreana que significa destino o providencia y que ha puesto de moda la película, Vidas Pasadas) se tratara, mi pulsión con Italia se ha vuelto a hacer evidente. Fue un auténtico placer reencontrarme con Bolonia para hacer realidad la leyenda oriental.

Mis dos primeras experiencias internacionales en el baloncesto fueron con el equipo nacional juvenil. En concreto: en Gorizia y Siena. Desde entonces nuestros principales rivales siempre fueron italianos. Ahora que la rivalidad y cuarenta años han pasado, queda una profunda admiración por aquellos que fueron durante muchos años referencia para nuestro baloncesto.

Bolonia fue, de siempre, una de esas ciudades elegidas para acoger grandes equipos italianos. Como no recordar a otras como Milán, Varese, Cantú, Pésaro, Torino o las propias Gorizia y Siena. A veces grandes ciudades, otras, pequeñas poblaciones poseedores de una gran tradición en nuestro deporte. Como un adorno del destino, los nombres de grandes jugadores venidos de todo el mundo, sirvieron para dar más magnanimidad, si cabe, a esos tesoros de la humanidad.

Ir de espectador favorece el culto a la lírica. El jugador está en riesgo y pone en el juego su estabilidad, su prestigio como jugador, su futuro. Los nuestros supieron nadar y guardar la ropa. Aprovecharon la defensa de unos muy buenos primero y segundo cuartos, para escaparse ligeramente por encima de los diez puntos y eso con algunos altibajos fue suficiente para llegar al siempre final alegre de la victoria.

La crónica deportiva no es la finalidad de estas líneas, pero sí describir las emociones que despertaron el brillo y nítido color del parqué, el bote sordo e hipnotizante de los balones, los gritos que parecían soplar para mover las banderas de la afición. De repente el clamor aumentó y los equipos se hicieron dueños de nuestras miradas. No estaban los Villalta, Cagglieris, Brunamonti, Bonamico, Marquinho que dominaron nuestra época, Tampoco nuestro compatriota Diego Fajardo canario, italiano y español que también vistió esa camiseta. Sólo habían cambiado los actores. Ya no estábamos nosotros en el centro de las miradas, pero si estaba nuestra camiseta del Real Madrid defendida por nuestro actual equipo. No poder hacer nada por el resultado te invita al nerviosismo, a actuar casi como un aficionado más. Menos mal que tenía al lado al bueno de Alberto Angulo que daba siempre un toque técnico a los momentos sublimes o pesarosos por los que pasamos en el partido.

Detrás de todo aquello, como en el resto de los campos no hay más que personas de rango diferente que sólo quieren lo mejor para su ciudad, para su equipo, para sus gentes, ofreciéndote a su equipo como medida de calidad y perfección. Una vez más tenemos mucho que agradecer a los que nos reciben con sus brazos abiertos. Gracias Bolonia, Gracias Virtus en nombre de toda nuestra asociación que tanto reconoce la historia de los grandes clubes.

Este viaje ha sido una suerte. Bueno suerte no, porque ya sabíamos dónde íbamos. Bolonia, capital de Reggio Emilia, es una vieja y gran ciudad medieval que data su nacimiento en la época etrusca entre los siglos VII y IV a. C., conquistada posteriormente por Roma. Se ubica en el eje de la Italia más monumental que comunica Roma con el norte de Italia, llegando por el este a Venecia y al lago de Garda, en Verona, y al lago de Como en la ciudad del mismo nombre, por el oeste, ya cerca de Milán. Ese camino desde Roma nos sobrecoge. Orvieto que nos abre la Toscana, Siena, Florencia y finalmente Bolonia.

Es imposible alinear tanta belleza geográfica, histórica, artística, cultural y gastronómica en como en el camino hacia la Roja Bolonia. Roja por el color de sus ladrillos de terracota y por el sentimiento político de sus gentes, reducto de los movimientos obreros y la lucha de la izquierda tras la II Guerra Mundial. Roja también, añado yo por el color de su famosa salsa para el ragú y la pasta, siempre tagliatelle que no spaghetti, y por el color rojo que distingue a Ferrari y Ducati

Hoy, en la Europa de la modernidad, puede presumir de muchas cosas. De todas ellas la más glamurosa sería la de tener la Universidad más antigua de la Europa occidental. “Alma Mater Studiorum” es el lema que rodea su escudo junto a la fecha de su fundación, 1088. Tras ella, nuestras universidades de Palencia y Salamanca, unidas a las de París y Oxford fueron el refugio del saber a partir de 1300. Umberto Ecco, autor de el Nombre de la Rosa, adorna su historia.

Muy ligado a ella, allá por 1369, el Real Colegio de España (Real Colegio Mayor de San Clemente de los Españoles) ya recogía compatriotas, avanzados del saber, provenientes de nuestras incipientes universidades. Hoy día, muchos doctorandos españoles, completan sus tesis en tan ilustres aulas. La basílica de San Petronio, donde Carlos V (Carlos I para nosotros) fue coronado, en 1530, por el Papa Clemente VII como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, vigila por un lado la gran Plaza Mayor. Por el otro el Palazzo d’ Accursio ofrece las banderas de la ciudad y el país ayuntamiento que aPero sólo son dos apuntes de una monumental ciudad y su maravillo tesoro.

Una ciudad entre dos ríos en Reno y el Savona, atravesada de canales que soterrados fueron históricamente aprovechados para mantener la fuerza impulsora de sus molinos. Hoy, en Via Piella 18 tenemos la Finistrella, una pequeña ventana horadada en la pared de los edificios, para llevarnos a esa época en la que el agua lo movía todo.

Pero hablando de agua es Neptuno la deidad que controla el destino de la ciudad. Él es testigo de la felicidad de la gente y a él ofrecen los recién licenciados sus titulaciones académicas, en una ceremonia ambulante que más parece una boda con el conocimiento que cualquier otra cosa. Pero no todo fue poesía y universidad la rivalidad de los clanes familiares de la época ha quedado guardada por las torres que con finalidad defensiva construían estos. La mayor de ellas de casi 100 metros de altura desde cuya atalaya puede verse toda la llanura del valle entre ríos. Alguna de ellas deja pequeña a la torre de Pisa por su inclinación tan grande que parece enfrentarse, con éxito, al fenómeno de la gravedad.

En la fachada de la Casa Stagni, podemos leer: “panis vita, canabis protectio, vinum laetitia”. En latín algo así como que el pan es la vida, el vino la alegría, pero el comercio del canabis era de lo que comía la gente y mantenía la ciudad.

El agradable paseo matinal, de la mano de Reyes Antón y sus invitados no nos pudo llevar a todos los sitios, pero sí a la mayoría. Desde este día la leyenda de la ciudad se hizo también patrimonio de ese grupo de afortunados madridistas y españoles. Un servidor para proteger sus maltrechas rodillas abandonó el grupo casi al final para “abandonarse” al placer de saborear un Aperol frente a la estatua de Neptuno, paciente modelo que se somete a las apetencias de cuantos visitan Bolonia o cuantos de gradúan en su universidad.

También imaginaba en esa media hora como sería una ciudad como Manhattan, en plena edad media. Cuentan que había más de 200 torres dentro de la muralla. Muchos piensan que es una cifra exagerada, yo entre ellos, pero que importa si es verdad, siempre que la historia sea bonita. También dicen que su sentido era defenderse unos de otros. La verdad es que es una buena solución. Teniendo en cuenta lo engorroso de entrar y salir a 10 m. de altura con una escalera de mano, lo lógico es que no saliera nadie. Así no había problemas. Y sí, detrás de tanta agresividad y tanta torre defensiva siempre estaba el Papa. Perseguidor de lo divino y también deseador de lo humano.

Ya había pasado ampliamente el medio día cuando nos dirijimos a sellar la mañana. Unos buenos tagliatelle con ragú y una bistecca fileteada nos esperaban en una típica ostería, equivalente a nuestras tabernas típicas. Martina, una simpatiquísima italiana que había vivido unos años en Cádiz, se encargó de hacer Bolonia, aún más bonita.

Qué mejor manera de prepararse para el partido que una buena comida rodeados de amigos. Gracias a todos por vuestra compañía. Los antiguos jugadores os disfrutamos mucho con vuestros autógrafos cuarenta años después, o las fotos para vuestros padres.

De verdad muchas gracias a todos y naturalmente al Real Madrid.

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