En esta sección, un exjugador del Real Madrid contará su experiencia acompañando al primer equipo en alguna de sus citas de la temporada. La posibilidad de realizar estos desplazamientos para apoyar al primer equipo de baloncesto es un gesto de cortesía que la dirección de baloncesto del club blanco, dirigida por Juan Carlos Sánchez, ha extendido desde hace varias temporadas a la Asociación de Jugadores de Baloncesto del Real Madrid. A continuación, reproducimos un texto escrito por Fernando Romay, el mítico pívot del equipo blanco.
«Como viene siendo costumbre en los últimos años, este año el club tuvo de nuevo a bien invitar a asistir a la Copa del Rey a exjugadores de la primera plantilla con el fin de acompañar a los patrocinadores y apoyar al equipo. Así, después de que nuestro gerente, Javier Artime, llevara a cabo un estricto sorteo ante el notario, tuvimos la suerte de ser agraciados con este viaje Carmelo Cabrera, Vicente Ramos, Roberto Núñez y yo, que junto a nuestro presidente, Cristóbal Rodríguez, que apartó sus labores profesionales para asistir a este emocionante torneo. Parecíamos un poco los trotamúsicos, pero allí nos fuimos llenos de ilusión y de ganas para presenciar este maravilloso campeonato y, sobre todo, para vivir y convivir la Copa del Rey.
Y es que si algo tiene la Copa es que se vive tanto dentro del campo como fuera. El viaje empezó el mismo día del partido, aunque yo llegué un poco más tarde por motivos laborales, ya casi con el partido de cuartos ante el UCAM Murcia empezado.El primer partido siempre tiene la intranquilidad de comenzar una competición intensa en la cual no hay mañana, tienes que pensar solo en el día de hoy para mantenerte vivo, porque si pierdes te vas para casa. Este partido fue de los más igualados, como todos pudimos ver. Muy físico, pero conseguimos una victoria. Después de este choque disfrutamos de una cena para analizarlo concienzudamente con todos los patrocinadores del equipo. Si algo me maravilló en esta Copa es la familia que forman patrocinadores del equipo con todos los miembros del club y cómo nos integran a nosotros.
Para mí el viernes empezó muy pronto, participando en una mesa redonda con miembros de otros equipos como Villacampa, de la Cruz, Cabezas, Luengo y Berni Rodríguez. Hablamos de cómo cómo se vive un evento como la Copa del Rey por dentro. Y como en la audiencia había árbitros de nuestra época, quise darles participación porque yo creo que también es bueno saber cómo era su experiencia en el torneo en nuestra época y que suponían estos partidos para ellos, cómo se preparaban, etc. Para mí fue una experiencia muy gratificante y aprendí mucho, no sólo de mis compañeros, sino también de los árbitros. En lo que quedaba de mañana libre, los patrocinadores se fueron a hacer una excursión que consistía en ir hasta Mijas y subirse a los burro-taxis, pero pensaron que ya que iba yo con mis compañeros, por bien de los burros nos excluirían de la excursión. Aclaración: cuando digo por bien del burro es por bien del animal, no por mí.
Fuimos a comer a un restaurante maravilloso que me enseñó mi añorado Paco Rengel, un destacado periodista con gran predicamento en Málaga. Ya por la tarde, vimos los otros partidos que se jugaron. Si algo tiene la copa es ver un campo tan absolutamente multicolor, con ocho aficiones perfectamente diferenciadas, siguiendo a su equipo y con respeto las unas por las otras.
Siempre hay una sorpresa en la Copa, y este año fue la derrota del anfitrión frente a Tenerife para regocijo de nuestro presidente, que siendo chicharrero se puso contento con esta victoria.
Al día siguiente nos incorporamos al grupo de patrocinadores bien tempranito y nos fuimos a dar un paseo en barco por la bahía. Un barco que hábilmente patroneó durante parte del trayecto nuestro gran capitán capitán, Vicente Ramos, porque tiene el título para hacerlo.
Fue una jornada de de charlar, de hablar mucho de baloncesto, de por qué los patrocinadores son patrocinadores de nuestro equipo del equipo de baloncesto y de lo bien que se ve la unión que existe entre ellos y nosotros.
Después de navegar, comimos y nos marchamos rápido para ver a nuestro equipo ganar un interesante partido frente al Valencia Basket. La siguiente semifinal también pudimos presenciarla y nos fuimos rapidito para acostarnos… bueno, no tan rapidito. La verdad es que fuimos a tomar una Coca-Cola, que por cierto también es patrocinadora del equipo, con nuestro gran amigo Teo Dueñas.
Llegó el día de la gran final. Nos fuimos a dar un paseíto por la Calle Larios para despedirnos de la maravillosa ciudad de Málaga. Hay que ver la cantidad de aficionados que había de todos los lados con todo tipo de bufandas y de camisetas, no solo de los participantes, también de Baskonia, Breogán e incluso Elosúa León… Dejaron constancia que el baloncesto es un equipo de grandes minorías que, cuando se juntan, hacen un bloque increíble y de gran pasión por el baloncesto.
Comimos y seguidamente fuimos campo para ver la espectacular final para después volver con el equipo, llenos de alegría y de orgullo por cómo se había comportado el equipo ante el FC Barcelona, su manera de jugar y el modo en el que habían conseguido esta nueva gesta, nada menos que la 29 Copa del Rey. Otro título para un proyecto de éxito.
Mi vivencia personal fuera del campo con mis compañeros fue magnífica. Cómo decía, éramos los auténticos trotamúsicos. Teníamos al gentleman, nuestro presidente, siempre en su papel, siempre recto; teníamos a Carmelo Cabrera, que como persona maravilla como lo hacía como jugador con su vitalidad, fortaleza y rapidez. El más dicharachero fue Vicente ramos, que es como ‘Chencho’ en la gran familia. Era la primera vez que iba a una final de la Copa del Rey y estaba maravillado con todo, se nos perdía por todos los lados. De repente, en una esquina había un guitarrista y tú seguías andando. A los 50 metros, «¿Oye, dónde está Vicente?» Y volvíamos buscándolo por todos los lados porque se había encargado de saber cómo se llamaba el guitarrista, qué disco se había editado, de dónde venía, de dónde era, qué tipo de vida llevaba… Es la curiosidad personificada. Tiene una ilusión más propia de un chaval de 17 años que de que de uno de su edad.
La misma noche de la final volvimos en el chárter del equipo, verdaderamente agotados, pero felices. Hablando con algunos de los componentes del equipo, que siempre con una sonrisa se acercaban a nosotros, nos hicieron ver lo contentos es que estaban de que estuviésemos allí, cuando en realidad nosotros muchísimo más contentos por poder tener la oportunidad de estar con ellos animando y haciendo fuerza desde la a grada para que ellos consiguieran el triunfo, acompañándolos en todo memento. Aterrizamos en Madrid agotados, pero con una sonrisa de felicidad por haber conseguido esta maravillosa Copa del Rey».