Antes de escribir sobre la figura Nahum «Nune» Urman (segundo por la derecha), vaya por delante que no creo en razas ni religiones al hablar de las personas. La humanidad es una dinámica que sólo puede entenderse desde la diversidad y el respeto y cuidado de lo diferente. Lamentablemente, ni la religión ni la política, ni la identidad étnica han sido ejemplo de lo que podría ser un mundo ideal para mí. Pero la vida no tenía por qué complacerme. Yo sabré adaptarme.
Nahum, nuestro amigo, era un judío más entre los judíos, una persona más entre los que conformamos la humanidad. Alguien que pensaba que esta humanidad podría ser mejor con él que sin él. Así lo conocimos y así lo queremos recordar, como alguien que quería a su familia, a sus gentes y que entendía muy bien que se puede ser cualquier cosa siempre que se entienda que lo importante no es a qué colectivo pertenecemos sino como lo hacemos para todos los colectivos, el universo, puedan ser mejores.
Nahum nació de una familia que tuvo que huir de la Europa oriental, no sé cuándo, posiblemente a finales del siglo XIX o principios del XX. La España de los Reyes Católicos, por el fundamentalismo religioso y social, fue pionera en esto de obligar a que los judíos abandonaran su patria, Sefarad para ellos (sefarditas los españoles expulsados que encontraron asiento en el norte de África y en Estambul, fundamentalmente.
Pero no fuimos los únicos la Europa de finales del siglo XIX con el zar Alejandro II, hasta la terrible realidad del holocausto nazi siguieron esta tradición de perseguir a los que no eran como nosotros. Incluso bien acabada la II Guerra Mundial el colectivo judío se vio perseguido por los poderes religiosos cristianos, católicos u ortodoxos, y políticos de países del este de Europa.
Nahum nació en Montevideo 1936, No es difícil pensar que su apellido Urman (asquenatzi: judío de origen centroeuropeo) llegara a través de sus padres o abuelos, originarios de Besaravia en la actual Moldavia. Localidad sometida a influencia de la Gran Rusia, Ucrania y Rumanía. Sea como fuere hizo de Uruguay su tierra y de Montevideo el lugar donde encontró parte de su identidad. Uruguay es, junto al Argentina, Brasil y Chile, donde más judíos se afincaros huyendo de las guerras y persecuciones de las Europa de aquellos años.
Realmente como él dice en su entrevista al Semanario Hebreo JAI, allí aprendió a ser judío en el “Hanoar Hatzioni” y pensar que su lugar estaba en la Israel de sus sueños. Al llegar allí, en 1956, la agricultura que había aprendido en sus estudios en Montevide,o fue la tarjeta de presentación para enrolarse en el estilo de vida autogestionario del Kibbutz Tel Itzjak (Colina de Isaac) y hacer de él su forma de entender la vida compartida como vivir compromiso con la tierra de sus ancestros, desde entonces la suya. También hizo sus pinitos fuera del Kibbutz en las empresas de otro gran amigo, Ari Guri, hoy fallecido, pero gran entusiasta de todo lo español.
Allí se casó con Yafa Baltuch, y cuatro hijos, once nietos y cinco biznietos adornaron su vida hasta sus últimos días y le trascenderán por los siglos. Allí formó el grupo de uruguayos “Picnic de los Uruguayos” que se reunían periódicamente en el parque Mekorot Hayarkon en el mes de octubre. Pidió permiso a la embajada de Uruguay para usar la bandera de su país de nacimiento en esos actos.
El deporte fue su pasión, su hobby, la forma de educar a su familia y trasmitir valores a los más jóvenes. Futbolista frustrado, tuvo que conformarse con el baloncesto para estar cerca del deporte de élite y siempre que el Equipo Español o los grandes clubes de España jugábamos en Israel, en Nune y su inseparable Jacob teníamos a nuestros guías y maestros en la signatura de su tierra, Israel. De su mano visitamos Jerusalem muchas veces. Su querido Kibbutz nos abría las puertas con sus plantaciones de aguacate, su invernadero de bulbos de tulipán, su fábrica de juguetes y muebles y la obra que contaba con auténtica pasión su piscina acondicionada para celebrar bodas.
Su hija Hava nos completa estos detalles con lágrimas del alma por la pérdida de su padre y el agradecimiento hacia aquellos que con todo nuestro corazón le recordamos como alguien de nosotros.
Como uno de esos seres que están por encima de las razas, las religiones, los idearios políticos y todo lo contingente, que sólo se ocupó se ser un hombre, “en el buen sentido de la palabra, bueno” como diría nuestro gran poeta Antonio Machado.
Gracias Nune por ser de los nuestros. Gracias por tus enseñanzas sobre las personas y las tierras que amaste y déjanos a todos los antiguos jugadores, ya mayores que nos preguntamos dónde estás, dedicarte estas estrofas:
Converso con el hombre que siempre va conmigo. Quien habla solo espera hablar a Dios un día; mi soliloquio es plática con ese buen amigo que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo, me debéis cuanto escribo. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.
Antonio Machado
Nune nos ha dejado hace pocos días en su país, Israel, con su tierra, Uruguay, en el corazón.
Descansa en paz.
Juan A. Corbalán
Leyendas del Real Madrid
Junio de 2023